Otro robo adolescente, a una cuadra de la Policía
El hecho ocurrió este martes 27 de mayo en un local que vende indumentaria deportiva por calle General Paz, entre Catamarca y San Juan, en el centro de Villa María.
La resolución es la 1346/2024, lleva la firma de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, se publicó el sábado 18 de diciembre en el Boletín Oficial y, de arranque, es clarita: dice los presos son victimarios, no víctimas. Y, más adelante, aparece el tema en cuestión: que toda la muchachada alojada en el Servicio Penitenciario Federal va a tener que limpiar los espacios propios y comunes, que lo podrá hacer durante cinco horas por día y que no verá un peso por las tareas porque la Constitución, en el artículo 18, también es clarita: ya dice que las cárceles serán sanas impecables limpitas.
En Villa María la cuestión es otra porque en la provincia la cuestión es otra: en Córdoba no hay cárceles federales: esas cárceles que dependen de la justicia federal y que guardan a delincuentes que cometen delitos federales como los de lesa humanidad, el narcotráfico, la evasión fiscal; los que atentan contra el Estado.
En Villa María la cuestión es otra porque en la provincia la cuestión es otra: en Córdoba las cárceles dependen de la provincia —como pasa en otras provincias— y guardan, como suele decirse, a delincuentes comunes.
El Establecimiento Penitenciario N°5 de Villa María está en calle General Deheza 1100, en barrio Belgrano. El edificio es un contenedor de montones y de pocas: de unos mil trescientos veinte varones y de unas ochenta mujeres.
—Estamos en el límite. No hay personas durmiendo en el piso. Rogamos que el penal mantenga ese número para que haya, sobre todo a fin de año, una mejor convivencia de los internos— dice.
El que dice es el juez de Ejecución Penal desde marzo de 2009, Arturo Ferreyra, de sesenta y un años.
Entonces, la cuestión es así: en el penal, todos los servicios son prestados por los presos. Solo hay una cantina tercerizada.
—Es una persona que está autorizada; ingresa y vende gaseosas, galletas, esas cosas.
Todo lo demás —limpieza, panadería, carnicería y lavandería, por ejemplo— lo manejan ellos y ellas que, además, piden trabajo, laburo, fajina como dice Ferreyra.
La ley 24.660 —de ejecución de la pena privativa de la libertad (del año 1996)— explica esto en la segunda oración del artículo 112: «Dentro de las posibilidades existentes el interno podrá manifestar su preferencia por el trabajo que desee realizar».
Y hay un grupo, entre los que está el jefe de Seguridad, además del Concejo Criminológico, que son los que deciden esto sí esto no, según el delito por el que estén adentro, según el nivel educativo que tengan. Según, entonces, el perfil.
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El juez habla de un perfil en particular: el del abusador sexual.
—Es uno de los internos que mejor camina la cárcel y que mejor se desempeña en las tareas. De hecho, son los que generalmente llegan a estar en las oficinas administrativas —explica.
Distinto es para los ladrones o estafadores.
—Por más que tenga diez en conducta es muy difícil que lo dejen entrar a una oficina administrativa del servicio.
Que mejor camine la cárcel significa que es un preso, dice el juez, que no se porta mal, que está tranquilo, que no molesta a nadie.
—Es un sobreviviente podría decir: un sobreviviente por la historia de vida. Tiene una capacidad de adaptación muy grande.
—Es como un servicio militar.
La muchachada arranca seis y media de la mañana y pabellón por pabellón cada uno, cada una, se para en la puerta de la celda.
Se toma asistencia y fulano canta presente, mengano canta presente, zutano canta presente y menos mal.
Se desayuna en el pabellón donde pueden cocinar o calentar lo que haga falta: se les lleva pan, se les dan criollos.
Después, parten: algunos a la cocina, otros a hacer algún oficio, tantos a limpiar.
—Se moviliza: es mucha gente y se moviliza todo.
Los presos van al colegio, van a terapia, van al pabellón de deportes, van a los talleres.
A las diez de la noche chau: empieza la hora de silencio y cada uno, cada una, tiene que estar guardado: más guardado. Se cierran todas las celdas para que no deambulen por los pabellones y de pronto se arme una.
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Hay trabajos que no se pagan.
—Como menciona la ministra de Seguridad, son actividades que hacen al aseo del interno: limpiar su celda, limpiar el pabellón, limpiar los lugares de uso común. Para que adquieran hábitos de higiene.
Y sí, otros trabajos sí se pagan. Por ejemplo, cuando los presos trabajaron —como albañiles, electricistas, plomeros— en las ampliaciones de la cárcel desde 2019 a 2022, pandemia de por medio: se construyeron cuatro módulos y extendió el muro para el campo de deportes.
—Hay una tabla especial, se les pagan las dos terceras partes de lo que cobra una persona libre.
Cuando hacen productos en la herrería también cobran.
—Tratamos de que todos salgan, de que todos tengan alguna changuita por lo menos, un par de horas por día, como para despejar la cabeza. Si no el interno está sin hacer nada en la celda, es muy rutinaria la estadía.
La cosa no es tan así ni tan asá entonces. Ferreyra habla del artículo 111 de aquella ley, que dice: «La ejecución del trabajo remunerado no exime a ningún interno de su prestación personal para labores generales del establecimiento o comisiones que se le encomienden de acuerdo con los reglamentos. Estas actividades no serán remuneradas, salvo que fueren su única ocupación».
Lo que establece el 111, el juez lo explica así:
—Dice que cuando el interno hace una sola actividad, ya sea limpiar el pabellón o los baños de la celda debería cobrar una remuneración. En general se tratan de repartir y que todos tengan actividades que serían como en tu casa: la obligación de hacer la cama, la obligación de ayudar con los platos.
Es, además, una posibilidad: la chance de hacer unos ahorros para cuando haya afuera, si hay.
El artículo 121 es más preciso. Ahí dice que, de la paga, y «deducidos los aportes correspondientes a la seguridad social», el 30 por ciento es para ese fondo propio que se le entrega cuando salga.
—Ese dinero está en una cuenta del Banco de Córdoba, administrada a nombre de cada uno de los internos. Y el Servicio Penitenciario se encarga de hacer los depósitos.
Ferreyra es el que autoriza, por ejemplo, si un preso quiere un dinero extraordinario. Él es que decide, por ejemplo, si un preso le pide que la plata vaya a plazo fijo.
El 121 también dice que hay otro 35 por ciento que es para la cuota alimentaria (según el Código Civil).
—Pero, la verdad, del tiempo que llevo, el sueldo no es tan importante como para que alguna mujer se lo pida. Y eso sería la excepción, lo principal es que el dinero que el interno gana sea para cuando salga.
Los presos, dice Ferreyra, piden más trabajo.
—Lamentablemente no dan los espacios
La cuestión adentro es la cuestión de afuera: la falta.
El hecho ocurrió este martes 27 de mayo en un local que vende indumentaria deportiva por calle General Paz, entre Catamarca y San Juan, en el centro de Villa María.
Hace algunos días, cerca del Polideportivo, casi diez chicos abordaron a dos, de 14 años, y les sacaron el celular. Un tiempo antes, una chica de quince iba a la escuela cuando, a las siete de la mañana, un hombre avanzó hacia ella en el puente del Subnivel.
Esta es la historia de Priscila Pérez, 19 años y embarazada de siete meses, que vive en una casilla, en un terreno que usurpó en el predio Nuevo Central Argentino (NCA), en la Media Luna Los Chaleses, en el barrio Las Playas.