Esa mañana, esa tarde, esa noche

El primero de julio por la mañana, en el sector de los viejos galpones industriales de Costamagna, en el barrio Florida de Villa Nueva, donde no hay infraestructura eléctrica domiciliaria a un grupo de familias —que están conectadas de manera irregular— les cortaron la luz. ¿Qué sucedió? ¿Por qué? ¿Cómo se encuentran hoy?

Hay gente: pocos hombres, muchas mujeres, muchísimos chicos. Hay perros que ladran: uno desde detrás de la reja de una casa y otro desde un techo. Hay algunas cubiertas de auto encendidas en el medio del asfalto y hay un horno y un tarro de lata quemados que tal vez hayan servido para alimentar el fuego, este fuego, estas llamas anaranjadas que se desprenden de las cubiertas y hacen humo negro. Son casi las dos y media de la tarde del primero de julio de 2025, hacen once grados, una térmica de ocho. Es otro día frío en medio de una ola de frío y los pocos hombres y las muchas mujeres y los muchísimos chicos, que llevan camperones capuchas gorros gorras bufandas chalinas cuellos polares, han cortado la calle Córdoba, entre Lima y 2 de Abril, en el barrio Florida de Villa Nueva.

—No sé. Habrán sido las diez de la mañana y nos quedamos sin luz. Nos habían sacado todo el cable —dice una mujer, rodeada por otras diez mujeres que tienen entre veintipico y sesenta y tantos.

Mientras ella habla, otras también hablan y dicen que no fue a las diez, que fue alrededor de las ocho. Sin embargo, no importa. Coinciden en que por la mañana, más tarde o más temprano, llegó una empresa tercerizada de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) y les quitó los cables. Este sector del barrio Florida, donde alguna vez estuvieron los galpones industriales de Costamagna, no tiene infraestructura eléctrica domiciliaria, las casas no tienen bajada de luz: las familias están conectadas de manera irregular al tendido. Las familias afectadas, entre el Florida y los barrios Floresta, El Vallecito y Medalla Milagrosa, son más de cincuenta.

—A mí me sacaron veinticuatro metros de cable. Son ciento cincuenta mil pesos que yo tengo que tener para comprarlo y volver a conectarme. Ellos quieren regularizar. Me parece perfecto. Nadie está diciendo que no quiere pagar la luz. Pero necesitamos que nos den las condiciones —sigue diciendo la mujer.

Cuando habla de condiciones habla de un plan de pagos.

—Acá te doy el nombre —dice otra, que busca en el celular el nombre de la empresa tercerizada.

Acerca el celular y muestra dos fotos. En la primera hay una chata negra con un vinilo en el costado del conductor. El nombre que se lee es «Rowing». En la página web de la empresa dicen de sí mismos: «Contamos con un amplio know-how y una extensa experiencia en construcciones y mantenimiento de obras eléctricas, civiles, industriales, ferroviarias (…) tanto para sector público como privado. Nuestra principal fortaleza es ofrecer soluciones integrales». En la chata hay un hombre con casco. Afuera, en la vereda, un policía. En la segunda imagen hay tres utilitarios blancos; dos, con una escalera en el techo. Y, frente a uno de los vehículos, otro hombre con casco.

—Te pechan, te gritan, te ningunean porque es lo que hacen. Te creen ignorante, se creen mejor. ¿Qué voy a hacer yo contra un oficial grandote que viene y me dice: 'Vos no podés hacer nada'? —dice otra de las mujeres, una de las más jóvenes.

—Y por una boludez te llevan preso —se queja una más.

La mujer a la que le sacaron los veinticuatro metros de cable sigue.

—Tengo tres chicos a los que mantener calientes. No tengo agua caliente.

Ella, al igual que otros tantos, tampoco tiene gas.

—Por suerte tenemos este papel. Con esto bajamos el agua, las cloacas —aporta la más vieja.

El papel es el «Certificado de Vivienda Familiar», emitido por el Registro Nacional de Barrios Populares. Quienes forman parte de ese registro, conocido como ReNaBaP por sus siglas, y tienen el certificado pueden acreditar su domicilio ante cualquier autoridad pública (nacional, provincial o municipal) para solicitar servicios como la conexión a la red de agua corriente, cloacas, energía eléctrica, gas natural o transporte.

En el sector de los galpones de Costamagna, las familias, que fueron relevadas en 2022 por ReNaBaP, consiguieron una parte: agua y cloacas.

—El intendente está dando una nota en su oficina y está diciendo que nosotros jamás le fuimos a pedir ayuda, que él recién se entera —dice una mujer que se suma al grupo.

—Fuentes municipales consultadas sobre este caso aclararon que no fue ninguna acción ni iniciativa del gobierno local el corte del suministro, explicando que el tendido eléctrico no cuenta con participación municipal —lee desde el teléfono una noticia de un portal la de los veinticuatro metros de cable.

Ella, después, señala a otra de las chicas. Dice que ella ha estado hablando con Marcos, el hermano del intendente Ignacio Tagni. Esa chica se acerca y muestra, en la pantalla del celular, que acaba de terminar la llamada de WhatsApp con él.

 

Lo que se comenta acá es que el intendente Ignacio Tagni está en una reunión. Y todos, acá, lo están esperando. Y todos, acá, siguen conversando.

—Nosotros somos familias de bajos recursos. No podemos tener quinientos mil o un millón de pesos —dice una de las chicas de veinti.

Ese es el dinero que necesitan para que les coloquen los pilares de la luz. Eso es lo que dicen que les dijo el personal que les quitó el cable.

—Tenés que dejar de comer medio año para poder hacer eso. Y cuando dejaste de comer medio año, te moriste de desnutrición —agrega otra.

—¿Cuánto cobran ustedes, chicas? ¿Cuánta plata les ingresa por semana a su casa? —pregunta la mujer de los veinticuatro metros de cable.

—Y, mi marido cobra cien mil pesos. Imaginate. Albañil —responde una.

 

A las tres y media de la tarde llega Tagni. Acá nadie se ha ido; debe haber más de cincuenta personas y el intendente se acerca a la mayoría y las saluda, las besa, les da la mano.

—Acá con un problemón —le dice un hombre.

—Problemón —contesta Tagni.

—¿Qué hacés loco? ¿Todo bien? —sigue el intendente con otro vecino.

—¿A vos ya te saludé? Te saludo de vuelta —continúa con uno más.

Pasa un rato hasta que se detiene y la gente lo rodea.

—Yo te explico. Esta mañana vino esta gente, supuestamente mandada por la Municipalidad a cortarnos la luz. Mi hija tenía el bebé en los brazos, le pegaron un empujón. Y si me golpea a mi hija o a mi nieto, ¿qué hago? —dice una mujer.

—Y después me empujaron a mí —dice otra.

—Acá lo importante es el tema de la luz —dice el hombre del problemón.

—Nosotros queremos la luz —grita alguien.

—¿Cómo es el problema? El problema es que EPEC no te recibe el papel que tenemos del ReNaBaP —retoma el hombre.

—Se los tiene que recibir —contesta Tagni.

Hay más gente que quiere hablar pero el que termina por hablar es el intendente.

—Para que todos sepan, nosotros no tenemos nada que ver con esta medida que se llevó adelante. La Municipalidad no tiene nada que ver. Venimos acá con intenciones de empezar a generar soluciones ante la situación que están atravesando y, aparte, entendiendo los días bravos.

El intendente propone organización.

—Empecemos a trabajar. Lo hicimos en El Vallecito. Nos costó horrores, una fortuna. Una fortuna que, con el esfuerzo de la gente de Villa Nueva, con sus aportes, con sus contribuciones, pudimos llevar adelante. Queremos acompañar y ayudarlos. Vamos a buscar representantes de todos los sectores. Hablaremos con la gente de alumbrado público para ver qué necesitamos, cuánto nos va a salir la obra, cuándo estamos en condiciones de afrontarla y de qué manera la vamos a pagar.

—Mientras tanto estamos sin luz —dice otro hombre, de chalina y gorro.

Tagni empieza a contarles que están abocados al Centro Integral de Asistencia que inaugura por la noche en el Centro de Integración Comunitaria (CIC) del barrio Los Olmos.

—Para acoger a algunas familias que tienen alguna situación problemática —dice.

—O sea, nos vamos todos para allá, las aproximadamente cincuenta familias —le responde una mujer.

—Nosotros estamos trabajando con situaciones complejas —dice el intendente.

—Hay criaturas, gente enferma —dice una mujer.

—Yo tengo a mi hija con asma. Si querés te traigo la carpeta con toda la historia clínica —dice otra.

—Necesitamos la luz —dice otra más.

—Necesitamos la luz —repiten varias después.

 

El problema nunca es solamente la falta de luz, el problema es la serie de problemas que genera la falta de luz, el problema es el agua que no se calienta para la ducha, la casa que no se calienta, los chicos que se enferman, los viejos que se enferman, la ropa y sin lavarropas, el celular con poca carga hasta que se queda sin batería y se apaga y ni siquiera esa posibilidad, la del mensaje, la de la llamada, la posibilidad de que alguien, del otro lado, se entere, sepa, escuche. 

Y, tal vez, el problema tampoco sea la falta de luz, El problema, tal vez, sea que esas familias están sin luz desde hace años y desde hace años están diciéndolo sin que nadie les responda hasta que de golpe, uno de los días más fríos desde hace décadas, les cortan la luz.

 

Tagni se irá y pasarán unas horas hasta que un vecino reciba un llamado y le digan que vaya al Municipio y él se suba al auto y vaya y llegue y le entreguen metros de cable y regrese al barrio y él mismo, que no es electricista, se suba a los techos y haga, con las manos entumecidas, el trabajo de un electricista para que su familia y las demás familias tengan luz.

 

Unos días después, en el programa radial «Media Vuelta» de FM 90.1, el vocero de EPEC, Alfredo Camponovo, dirá que cortaron el servicio por reclamos de otros usuarios que avisaron que tenían baja tensión en sus casas. “Hay un transformador en la zona de 250 kVa (kilovoltio - amperios) que, en ese momento, en el pico, llegó a 577 kVa, es decir que duplicaba y un poco más su capacidad”, seguirá diciendo y contará que no tenían registro de la cantidad de familias que viven en los galpones. “Hay que garantizar la vida y la seguridad”, repetirá mucho y se preguntará quién se hace responsable si ocurre algo.

Unos días después, Camponovo también dirá que hay una reunión pendiente para «los próximos días» entre el Municipio y las autoridades de EPEC. Y, por otra parte, confirmará que no tiene registro de ningún trámite pendiente de la gente del sector con el certificado de ReNaBaP. Entonces dirá que, si la gente se acerca a EPEC, les recibirán los certificados para avanzar con la solicitud del servicio, siempre y cuando cumplan con todos los requisitos. 

Unos días después, una vecina del Florida dirá que por el momento andan bienbien, que la gente de la Municipalidad está en contacto con ellos, que están tratando de resolver el tema para bajar la luz, que están yendo al barrio.

 

Pero ahora, que está oscuro y ya son las nueve y media de la noche del primero de julio del 2025 y el hombre que fue al Municipio a buscar el cable recién ha terminado de hacer las conexiones, aparece otro vecino, que recién llega de trabajar en un campo, donde gana veinte mil pesos por día.

—No me enteré que habían cortado la luz —dice y cuenta que no tiene celular, que se lo robaron.

Cuando llegó y se dio cuenta que no había energía, llamó a un particular para que le haga la conexión. De haber sabido, le habría pedido al otro hombre, que le ha conectado a la mayoría y que en un rato caminará algunas cuadras para darle una mano a otra familia.

Pero este hombre, que acaba de llegar del trabajo, ahora está parado en la vereda, frente a la casilla donde vive, mientras sus dos hijas de ocho y cuatro juegan.

—Son personas. Respiran, comen, viven —dice, mirándolas.

Desde la vereda, la casilla, cubierta por sábanas, apenas se ve.

—Pasen, vean dónde vivo —dice y cuenta que no puede enchufar una estufa con dos velas porque se corta la luz.

En el piso ha hecho un pozo donde quema leña para calentarse. Lo demás es una mesa, una cocina, un mueble, algo de ropa, una cama donde duerme él con las nenas.

—Saben el frío que se pasa. Se tiembla. Duermo con ellas dos juntitas —dice y abre los brazos para mostrar que las noches son así, con una a cada lado, para juntar calor, un poco.

 

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