"Lo estaban esperando": relato sobre el crimen de Gabriel Piedecasas

Poco antes de las seis y media de la mañana, en el cuartel de Bomberos Voluntarios sonó el teléfono. Una mujer dijo que había escuchado disparos. Cuando los bomberos llegaron al lugar, en Mendoza casi San Martín, encontraron al hombre, muerto de varios disparos.

—Mi hija escuchó los disparos —dice un hombre que trabaja en un maxiquiosco.

La hija, que vive con él ahí, no pensó que fueran disparos y no llamó a nadie.

—Pero no sé nada. No hay casi vecinos en la cuadra. Fijate.

 

Hay 

      este maxiquiosco      

      cinco tiendas de indumentaria

      una de ciclismo

      una de máquinas de coser

      una de materiales eléctricos y de iluminación

      una distribuidora de repuestos de electrodomésticos

      algunos cafés

      una despensa

      una santería

      un local que vende esencias aromáticas sahumerios velas difusores jabones artesanales

      una farmacia

      un servicio técnico de microelectrónica

      las oficinas de una universidad privada

 

Acá, en calle Mendoza, entre San Martín y 9 de Julio, en el centro oeste de Villa María, hay —sobre todo— comercios. Acá, en esta calle Mendoza, este sábado poco antes de las seis y media de la mañana, una mujer llama al cuartel de Bomberos Voluntarios y dice lo que ha escuchado: disparos. Está lloviendo, mucho, y cuando corta, el bombero que ha atendido el llamado recibe un WhatsApp de la Policía. El bombero tiene que juntar gente y la junta en no más de cinco minutos. A las seis y treinta y tres sale del cuartel una ambulancia con dos bomberos y un médico. Hasta Mendoza casi San Martín hay unas nueve cuadras. Cuando llegan encuentran a un hombre boca abajo «en la vía pública». Tenía cincuenta y cinco años y balazos en el cuerpo. Gabriel Alejandro Piedecasas estaba muerto.

 

***

 

Gabriel Alejandro Piedecasas, que se vino a vivir a Villa María, donde tenía familia, después de haber sido propietario de un hotel en avenida 9 de Julio y H. Porto, en Villa Carlos Paz, ciudad en la que también vivió.

 

***

 

Los policías son dos. Ha pasado una hora: son las siete y media de la mañana y ellos están en un bar de la zona que acaba de abrir. Quieren revisar las cámaras de seguridad y se lo piden a una mujer que está trabajando. Miran las imágenes que, en unas horas, volverán a mirar. En las imágenes aparece un remis manejado por un hombre, pero lo descartan rápido. Les llama la atención otro vehículo.

En este bar, varias horas después, a eso de la una y media de la tarde, alguien habla de una chata blanca que lo estaba esperando a Piedecasas.

—Seis tiros le metieron —dice y hace el gesto que hizo Piedecasas cuando le apuntaron: se cubre el pecho, la cara, se protege con el revés de los brazos y las manos, intenta taparse o no ver eso que va a cegarlo y es un intento estéril porque no hay nada para hacer y son segundos, es repentino, del otro lado hay un arma que alguien va a disparar y dispara.

 

***

 

Piedecasas, tomaba café en este bar mañana y tarde, todos los días.

Saben, en este bar, que solía levantarse temprano para sacar a pasear el perro.

Saben, también, que después acompañaba a su madre al quiosco donde trabaja, cerca de la Asistencia Pública.

Saben que esta mañana la acompañó —tal vez caminando, tal vez en auto— y que cuando regresó a la casa, cuando llegó a la casa, un vehículo —blanco— lo estaba esperando.

 

***

 

—Un Gol Trend. Blanco —dice otra mujer en una farmacia un rato después, casi a la dos, cuando ya hace varias horas que ha dejado de llover y el sol no termina de asomar.

A las seis y media de la mañana hay cambio de turno: una mujer entra y otra sale. Las dos, algo vieron. La que está trabajando no habla.

—Están consternadas —dice la que habla del Gol Trend.

 

***

 

A las dos y media de la tarde hay un móvil policial estacionado frente a la casa. En la vereda, dos policías —un varón y una mujer— charlan. Él, que acaba de encenderse un cigarrillo, dice que ya terminaron los peritajes y que, adentro, hay familiares. Él y ella, responden algunas preguntas, confirman que ahí asesinaron a un hombre.

Antes, apenas una hora antes, cuando se sabía que habían asesinado a un hombre, una policía, otra, dijo que no sabía nada, dijo que no se podían tomar fotografías, ni siquiera del móvil.

Y ahora, cuando pasaron casi doce horas del crimen, la Policía —la Justicia— todavía no informó nada. Absolutamente nada.

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