Patricia Gatti: "Le cedimos nuestra voz a las instituciones"

Este 7 de junio se conmemora el Día del Periodista y ella, que ejerce la profesión desde 1989, contó su historia y reflexionó al respecto.

—No preguntamos. Escuchamos, reproducimos, pero no preguntamos todas las dudas que nos puede generar lo que diga alguien. Y no están generados los contextos para preguntar —dice ella.

En Villa María, como sucede en otras ciudades, el municipio suele convocar, casi a diario, a los periodistas a «conferencias de prensa» para anunciar actividades, para mostrar los resultados de las que ya han hecho, para contar y difundir los actos de gobierno.

Para ella, lo que algunos llaman «conferencia de prensa» es otra cosa.

—Es un discurso de un político con público propio. Cuando termina ese discurso, se hacen unas notas televisivas donde se repite el discurso, más resumido. No hay conferencia. No se pregunta sobre otro tema —sigue. 

Por ejemplo: la conferencia es para anunciar luminaria en determinado barrio. Y, si el periodista quiere saber sobre el pavimento en otro, se queda con las ganas.

—Es casi como un actito, con escenografía —dice después.

Los periodistas que no van, tampoco se preocupan demasiado: después de la conferencia, el municipio, por WhatsApp, envía un parte de prensa con la información.

Ella, la que dice y seguirá diciendo, es la periodista Patricia Gatti. Sesenta años y nacida en Oliva, una ciudad del centro de la provincia donde hacen su vida unos doce mil, está sentada a la mesa de un bar del centro de Villa María, en la vereda. Son las seis y media de la tarde del jueves 5 de junio y hace apenas diez minutos ha salido de Tribunales donde, entre una cosa y otra, entre un cuarto intermedio y otra nota y un par de mates, ha estado unas seis horas en un juicio escuchando alegatos, del fiscal y de abogados, en la Cámara del Crimen. En unas horas, llegará a la redacción de El Diario del Centro del País, donde trabaja desde 2002 para escribir, en una página, algo sobre esas seis horas y, en otra, otra noticia.

 

Patricia Gatti ya ha contado esta historia: en quinto grado leyó en una revista un perfil del actor estadounidense Michael Landon y supo con claridad —lo sigue diciendo— que quería dedicarse a eso, a entrevistar y a contar historias.

—Tengo la certeza de que no hubiera servido para otra cosa; no hubiera sido feliz, por lo menos, en otra cosa.

Egresada de la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba, ella comenzó a trabajar en 1989 en Oliva en una radio de circuito cerrado y en FM Conviviendo. Después, llegó a la gráfica —en la que todavía continúa— con el diario cordobés La Voz del Interior y, en Villa María, con Puntal y El Diario del Centro del País. De todos modos, cuando tiene que hablar de la radio y de la gráfica usas palabras distintas.

—La radio me apasiona y la gráfica me gusta mucho. Mucho me gusta.

Una cosa es que apasione. Otra, que guste mucho.

—Entregás demasiado cuando hacés un trabajo que te gusta. Y yo estaba con tres chicos y sola. Único ingreso. Vos entrás al diario y no sabés cuándo salís. A mí me fue difícil. Tenía a una niña durmiendo en el diario a las once de la noche —dice.

Y lo que dice, luego, es la cuestión de fondo: la dificultad para poner, para reconocer, límites.

 

—Se ha profesionalizado la comunicación institucional en los lugares a los que uno, tradicionalmente, iba a cubrir cosas —dice.

Nombra a la Municipalidad, al Concejo Deliberante. Pero es propio, también, de la Policía, de la Justicia. De cualquier institución.

—Somos más reproductores del mensaje que ya preparan.

Porque no es lo mismo haber estado en una sesión en el Concejo Deliberante y haber visto que tales se miraban de reojo, haber sentido el cansancio de estar durante horas, a veces de pie, escuchándolos, haber esperado que presenten un proyecto previsto para ese día y darse cuenta que no, que lo han olvidado. No es lo mismo estar que no estar. No es lo mismo tener una mirada que no tenerla.

Es diferente recibir un parte de prensa con un texto que dice que se trató tal proyecto, que se aprobó por unanimidad.

—Le cedimos nuestra voz a las instituciones en gran parte del contenido periodístico. No en todo, por supuesto. Entonces, como se ha generalizado esa reproducción, nos convertimos como en un eco.

 

Nada más y nada menos que un eco: algo que se repite.

 

—En mi historia laboral he tenido muchos conflictos con poderes. Ha sido desgastante —dice y repite esa palabra.

Desgastante, sobre todo, en el ámbito político y sindical.

—Si decidís no hacer el copypaste, te ganás problemas, enemigos. Es muy difícil, depende del medio donde trabajes. Pero el precio que tenés que pagar es muy alto.

Ella dice que en el ámbito judicial encontró su lugar.

—Un lugar donde todavía el poder que pueden ejercer los jueces no te afecta como te afectan los otros poderes públicos. Encontré ese lugar para construir la noticia como me gusta hacerlo —dice.

La noticia que le gusta es la que tiene su voz: la propia. 

 

—Los poderes públicos fueron desprestigiándose, en gran parte por ellos mismos y, en gran parte, porque existía un periodismo que podía contar lo que hacían a contramano de sus mandatos —dice y dice que el periodismo tiene que incomodar.

Un periodismo que mostraba, por ejemplo, que un juez o un presidente o un legislador no hacían lo que debían.

—Creo que eso hizo que nos atacaran muy sólidamente —sigue.

Ella habla, por eso, del desprestigio del rol del periodista.

—Después influyen la tecnología. Ahora está democratizada la forma de comunicar. No son solo los periodistas, si no gente que puede contar las cosas de su manera sin tener una mirada profesional. Y se materializa en el salario.

La escala salarial dice que en junio de 2025 un «Redactor» cobra un básico de 457.563,69 pesos (al que se le suman unos 100 mil más con bono y un no remunerativo). Ese salario, dice Patricia Gatti, te convierte en alguien que le dice que sí a un intendente que le ofrece, por doscientos mil pesos, la locución de un acto.

—Te hace vulnerable. No critico a quien lo hace, pero no me ha tocado a mí porque he tratado de defender esta independencia a toda costa, inclusive con instituciones con las que te llevás divino, donde conocés a la gente y te dicen 'Che, ¿te interesa hacer la comunicación acá?'. No. Me llevo re bien, podemos hablar, pero si yo mañana veo algo y tengo que cuestionar, quiero tener libertad para hacerlo.

 

El presidente Javier Milei ha dicho: «No odiamos lo suficiente a los periodistas».

—Me parece que es un ataque organizado. No es una pavada —dice y no se lo atribuye a un solo gobierno.

Entonces recuerda cuando se empezó a hablar de periodistas a favor y en contra.

—Las pelotas: el periodista tiene que contar. No somos objetivos. Pero sí podemos defender valores. Por ejemplo: la democracia, al trabajador, la economía social. No a partidos políticos. Dejás de ser periodista. Estás militando.

 

La militancia tiene su lugar: el de la obediencia.

El periodismo tiene su territorio: el de la duda, el de la pregunta, el de los matices.

Es distinto.

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