Todos los miércoles, todos los jubilados

Los miércoles, todos los miércoles, desde hace unos cinco meses, a la tarde, algunos tipo siete, otros tipo siete y media, cuando terminan de trabajar, los que todavía tienen que seguir trabajando, llegan a esa esquina, la esquina de siempre, en Buenos Aires y General Paz, en Plaza Centenario, en Villa María, y a veces son un grupo de cincuenta, a veces más, a veces menos, son un grupo de jubilados que protestan porque la jubilación mínima es de 273 mil pesos, y ahí está Víctor, todos los miércoles que puede, él, que a los setenta y ocho años ha hecho un poco de todo, que ha administrado una clínica, una prepaga, que ha vendido artículos para el hogar, que ha sido secretario del Partido Socialista en la legislatura de Córdoba, que ha coordinado al grupo de asesores de ese partido en la Cámara de Diputados, ahí está todos los miércoles que puede, con otros hombres y otras mujeres que también están todos los miércoles que pueden, ahí está él, padre además, cinco hijos, en esta ciudad «muy particular», en la que es difícil «organizar la resistencia», en esta ciudad donde hay mucha clase mediaalta, clase mediaalta que es el núcleo duro que respalda las políticas del presidente Javier Milei, dice, y ahí está él, que cobra la mínima y tiene, además, una pensión derivada por su primera esposa, que murió, y él, entonces, él, con una jubilación y una pensión que, juntas, no representan una jubilación y media, y él, entonces, que sin derroche se acomoda con su mujer, la actual, él, que hace quince años que no sabe lo que es ir a pasear dos días a las sierras o darse una vuelta por Córdoba, él, que está ahí en Plaza Centenario todos los miércoles que puede, que ha estado este miércoles 14 de marzo como han estado otros en otras ciudades, y ahora que han pasado dos días desde ese día, dice que es un maltrato y un destrato, una barbaridad dice, ahora que las imágenes del miércoles frente al Congreso se repiten y reproducen, las secuencias y esta secuencia, por ejemplo, la secuencia del policía de la Federal que golpea a la jubilada de ochenta y uno, tres años mayor que él, y la jubilada que cae de espaldas y golpea la cabeza contra el piso, y la jubilada que queda tendida con su bastón a un lado, tendida como el bastón a su lado, y ahora que Patricia Bullrich ya lo dijo, que ella, la ministra de Seguridad dijo que la jubilada de ochenta y uno le dio diez bastonazos al policía, ahora él dice que, sin embargo, es un orgullo volver a las calles a pesar de que a veces no tenga ánimo, porque no hay viejo que no tenga achaques, y que por eso hay que entender a los viejos, a un viejo que vive en Las Playas, por ejemplo, a unos ocho kilómetros, y que no puede venir a esta esquina del centro una o dos horas porque no puede pagar un taxi, y es un orgullo a pesar de que le hayan dejado de subsidiar cuatro medicamentos y que, cuando no le alcanza la plata, a veces tome unos y a veces tome otros, a pesar de que sea consciente del manejo irresponsable de la medicación, es un orgullo, dice, y dice que los resultados de los últimos estudios son aceptables y que, mientras pueda, seguirá sobreviviendo así, y todos los miércoles tal vez sigan siendo así, en Plaza Centenario, en una ciudad relativamente chica como esta donde ir a la plaza, a una marcha, no es fácil para muchos porque, dice, hay algún fondo de vergüenza en esto, en ser el pobre que tiene que salir a protestar para poder comer, en ser el pobre que sale para que no comprometan a los hijos, a los nietos, al futuro, un futuro donde no sea peligroso tener hambre, estar enfermo, estar cansado, harto incluso, y no sea peligroso juntarse y salir a la calle con hambre, enfermo, cansado, para que alguien escuche, para que alguien sepa, para que algunos sepan, que la angustia, la desesperación, la incertidumbre, ocupan espacio, un espacio que crece, que no va a dejar de crecer cada miércoles, todos los miércoles.

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