«Tengo terror»: relato de un caso de grooming en primera persona
La mañana del martes 25 de marzo, Mario Molinero, de 67 años, fue detenido en Dalmacio Vélez por orden de la Fiscalía de Segundo Turno de Villa María, a cargo de Juliana Companys.
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Es un día como cualquier otro.
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Una mujer publicita por diez días, desde su cuenta, en una red social, su trabajo. En la publicidad aparece la imagen de una nena.
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Un hombre responde por privado desde la red social, el octavo o noveno día del anuncio, cuando ya está por terminar. La respuesta llega al WhatsApp de la mujer; ella tiene los mensajes redireccionados desde la red social. La respuesta es de un número —no tiene foto de perfil y su característica es de Bell Ville— que está asociado a un nombre que no será el mismo que el hombre dirá cuando pasen algunos días.
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Es casi la una y cinco de la tarde del octavo o noveno día del anuncio y el hombre responde. Escribe un mensaje todo en minúsculas, sin signos de puntuación, usa la letra «k» cuando quiere decir qué.
Pasan tres minutos apenas y él escribe otra vez, con errores, sin tildes. Escribe esto: «cuantos años temes amor divina».
La mujer lee y entiende que no le está escribiendo a ella, mucho menos que le interesa su trabajo.
La mujer sabe que él le está escribiendo a la nena de la publicación.
La mujer, todavía, no contesta.
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El próximo mensaje llega pasadas las cuatro de la tarde. El siguiente, unos quince minutos después.
Él, en esos mensajes, —siempre por escrito y convencido de que le habla a la nena de la publicación—, pide que le mande su número para hablar por «wuasatp» y le pregunta, de nuevo, la edad.
A las seis y cuarto de la tarde, la mujer le pasa el número de otro teléfono que no es al que le estaban llegando los mensajes redireccionados desde la red social.
Se hace de noche y a eso de las nueve, el hombre no le escribe al otro número, le escribe por la red social. A la mujer le llega, al WhatsApp, este mensaje: «Mi vida de donde sos de Villa María».
La mujer se asusta. Desde el otro número, ella solo le pregunta dónde está él. Él le dice. Él está a unos cuarenta kilómetros de Villa María, en un pueblo del departamento Tercero Arriba, al sureste de la provincia de Córdoba. Está en Dalmacio Vélez.
La mujer le dice, además y nada más, una edad: diez.
Al hombre le encanta. Él le dice que le encanta.
—Y empezó a insistir con lo de las fotos —dice un viernes de marzo la mujer, tres días después de la detención del hombre.
Ella le deja de contestar y él le empieza a escribir desde otro celular con característica de Dalmacio Vélez. En el primer mensaje desde este otro celular le dice lo que no le había dicho antes: soy el Mario, le escribe. Ella mira la descripción y lee el nombre completo: Mario Molinero.
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La mañana del martes 25 de marzo, el hombre, padre de dos hijos, está en su casa, en Dalmacio Vélez, donde vive con su mujer. Especialistas de la Sección Cibercrimen de la Dirección de Investigación Operativa (DIO), de la Policía Judicial, ya han investigado y por eso la fiscal Juliana Companys ha pedido el allanamiento.
Los policías llegan a la casa y lo encuentran. Él, sesenta y siete años, es detenido por el delito de grooming. Los policías secuestran dos celulares. Y él, Mario Molinero, es trasladado a Villa María, primero a la alcaidía de barrio San Justo y, luego, al Establecimiento Penitenciario N°5, a la cárcel de barrio Belgrano.
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A fines de marzo, Gonzalo Gaitán asume como abogado de Molinero, que aún no ha sido indagado.
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—Sí, persistente. No tanta cantidad por día, pero sí durante muchos días. Casi todos los días un mensaje —dice la mujer.
Ella trata de recordar y lo que recuerda es que Molinero escribió durante dos semanas.
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Escribió para pedirle que fuera al baño, sin que nadie la viera, para que se tome una foto en el baño, para que no le diga nada a sus padres.
Le preguntó, también, si quería ver algo.
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—Hubiese querido indagar más, pero parecía que me iba a desmayar cuando leía eso —dice la mujer.
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La mujer habló con una amiga y, unos días antes del feriado por Carnaval, lo denunció.
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En la comisaría le explicaron a la mujer lo que ella ya sabía: que el delito que Molinero estaba cometiendo se denomina grooming y que, como dice el portal oficial del Estado Argentino —argentina.gob.ar—, es «toda acción por la que una persona adulta contacta a un niño o adolescente a través de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos para atentar contra su integridad sexual».
—Yo estaba como nublada, como que me habían pasado un borrador por la cabeza. Me hacía muy mal. Muy mal —cuenta.
Le contaron que los hombres como Molinero —a pesar de que este no es el caso— suelen meterse en los juegos en línea o registrarse en las redes sociales y hacerse pasar por chicos, por adolescentes, para convencer a otros chicos, a otros adolescentes. Para ganarse su confianza, para manipularlos.
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En el Título III del Código Penal, denominado «Delitos contra la integridad sexual», el artículo 131 dice: «Será penado con prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años el que, por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma».
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—Me estaba muriendo del asco. No podía abrir el teléfono, de hecho tenía el chat archivado para no verlo inmediatamente —dice.
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Aquellas semanas en las que la mujer ya había dejado de contestar, Molinero insistió. Así, por ejemplo:
«amor k pasa k no mandas msjs».
«estás dormidita»
«k ases amor»
Y llegaron las fotos.
Llegó, incluso, un video.
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La nena de la imagen suele usar un teléfono viejo.
Juega a dibujar, a pintar.
Juega.
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—Cada uno hace lo que puede —dice la mujer.
La mujer está pensando en lo que a veces sucede, en un padre o una madre que trabaja diez horas, doce, cada día, y que algunos días, cuando regresa a casa con el cansancio encima, encuentra al hijo, a la hija, con el aburrimiento encima, y entonces dice bueno, tomá.
Hubo un allanamiento esta mañana en barrio San Nicolás y allí lo arrestaron. También secuestraron dinero en efectivo, celulares y un arma de fuego. Hace dos días quedó detenido el otro involucrado en el hecho.
El detenido es un hombre de 52 años y el encargado del lugar se percató de lo que había ocurrido y lo retuvo allí. El hecho ocurrió en el centro este de la ciudad.